En la
siguiente entrada quiero compartir con vosotros mi opinión sobre una rúbrica de
evaluación de un e-portafolio que nos han propuesto en el curso. Esta
rúbrica se ha basado en la de Frida Díaz Barriga y evalúa seis aspectos o
descriptores del portafolio del docente: la competencia reflexiva y logros del
aprendizaje, el contenido de las
evidencias, la organización de las evidencias, la corrección gramatical, la
autoevaluación y la disposición a la crítica en una evaluación entre pares. Cada
uno de estos aspectos se valora en función de cuatro niveles de logro que de
mayor a menor consecución son excepcional, admirable, aceptable y amateur.

En
primer lugar me ha sorprendido la selección de estos descriptores para evaluar
el conjunto del e-portafolio ya que se centra en unos aspectos que, desde
luego, deben estar presentes en el portafolio pero obvia otros que hemos visto
durante el curso como es la descripción de su filosofía, sus principios
educativos, formas de evaluación, opiniones del alumnado, etc. Es decir, me
parece que esta rúbrica no aborda todo el contenido que hemos venido
trabajando.
En
segundo lugar creo que la competencia reflexiva debiera ser un descriptor único
y no ir unido al logro del aprendizaje ya que creo que son aspectos diferentes.
El grado de reflexión del docente no siempre está al mismo nivel que el grado
de aprendizaje adquirido, si es que he entendido bien a que se refiere. Es
decir, hemos podido hacer una reflexión en profundidad y sincera sobre un tema
pero que después no se puede material por diferentes circunstancias y no
podemos dar el siguiente paso, la acción, que es lo que pone de manifiesto el
aprendizaje, por lo que no siempre están al mismo nivel de consecución.
En
tercer lugar creo que el descriptor de la autoevaluación es redundante con el
del nivel de reflexión ya que las cuestiones que plantea son aquellas sobre las
que debe reflexionar el docente durante su proceso de enseñanza y aprendizaje
personal y profesional.
Por
estas razones esta rúbrica no me parece que sea totalmente adecuada para
evaluar nuestros e-portafolios.

Buscando
un poco de información al respecto he encontrado bastante bibliografía sobre la
competencia reflexiva del docente y
os adjunto dos enlaces, uno al artículo La formación
reflexiva como competencia profesional. Condiciones psicosociales para una
práctica reflexiva. El diario de campo como herramienta de Pilar
Albertín Carbó y otro a la tesis doctoral
de Mª Victoria Gómez Serés titulada Desarrollo
profesional del maestro: la competencia reflexiva. Evaluación de un programa
formativo en el contexto panameño
que
creo os pueden resultar de gran interés.
En el
artículo de Pilar Albertín Carbó me ha resultado especialmente significativo la
división de esta competencia en la necesidad de una reflexión durante la acción y sobre la acción.
Dos dimensiones que podrían estar presentes en una rúbrica de evaluación, por
otra parte. El desarrollo de esta competencia señala la autora es la que
posiciona al docente como un sujeto
activo ya que la acción, la mejora en nuestra labor docente, vendrá solo
después de una reflexión de nuestro trabajo actual. También me ha gustado la
idea, que yo ya incluyo en mi día a día, de lo que ella llama un cuaderno de
campo y yo un registro reflexivo diario en el que anoto no solo las actividades
que he hecho, sino el estado de los alumnos, su disposición, motivación,
cambios en la actividad, etc.
Finalmente,
si bien de la tesis doctoral de Mª Victoria Gómez Serés solo he leído algunos
fragmentos de su extenso capítulo sobre la competencia reflexiva, me gustaría
destacar la importancia que pone, al igual que el artículo anterior, en la
relación que debe existir entre la teoría y la práctica, ya que esta debe
partir de aquella. A un nivel teórico esta competencia se ha empezado a
desarrollar dentro de las teorías
psicosociales de carácter crítico en la década de los años 80 del siglo XX que se entran en el conocimiento
de algo, en ese ser consciente, para cambiar nuestra forma de aprender. No
obstante, los filósofos clásicos ya
hablaban de la importancia de la reflexión, de tal forma que Aristóteles acuñó
el término saber práctico poniendo de manifiesto esa inevitable y estrecha
relación entre reflexión y acción.
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