Teresa

Era un domingo muy hermoso de primavera. Teresa se aburría en casa y salió a pasear por el pueblo. Como era un día de descanso toda la plaza estaba llena de gente. Todos conocían a Teresa,  porque  su padre, Alfonso Almonte, era el presidente municipal del pueblo. Desde que vino aquí  ha salido muy pocas veces de casa, solo para pasear o para visitar a su mejor amiga, Paloma. Se sentía muy sola y no entendía por qué sus padres tomaron  la decisión de mudarse aquí, de dejar atrás sus vidas en la ciudad. Sin duda, no le gustaba la vida en el campo, prefería la ciudad, donde podía hacer tantas cosas como tomar un café con sus amigas, ir de compras o ver una película en el cine, en cambio aquí se aburría todo el tiempo y no hacía nada más que dormir, comer, leer y pasear por el pueblo.
Llego al medio de la plaza donde había quedado para verse con Paloma. Después de unos cinco minutos Paloma llegó.
-Amiga, te estaba esperando. Me he aburrido muchísimo esta semana en la casa. No hice nada más que leer, comer y dormir. Ya no quiero estar aquí, ya no soporto esta vida. Si pudiera me largaría hoy mismo a la ciudad.
-Te creo Teresa, yo ya me acostumbre a la vida en el campo y entendí que no tengo otra alternativa, tengo que aceptarlo. Además, sabes que a mí, por culpa de mi enfermedad no me viene bien el aire contaminado que hay en la ciudad. Pero querría hablar contigo porque me enteré de algo que seguramente te interesa.
-Pues dime de qué se trata.
-Me dijo mi mamá que mañana vendrá un grupo de médicos voluntarios de Madrid para examinar a toda la gente y especialmente a los niños que no tiene recursos para ir al médico. Sabes que en esta zona hay muchos pobres que viven de un día a otro.
-¡Qué bien! Me alegro mucho que todavía haya gente buena que piensa y en los pobres. Me encantaría mucho conocerlos y tal vez poder ayudarlos.
Desde pequeña, Teresa quiso convertirse en un gran médico. Y ahora, cuando tenía 21 años pensaba igual, pero sus padres no estaban de acuerdo con esto, ellos querrían que su hija sea la directora de su empresa de alimentos. Teresa siempre había sido manejada por sus padres, especialmente por su madre, y nunca tuvo el valor de desobedecerlos. Es una chica bastante comunicativa pero siempre se mantiene lejos de los demás.
-Sé que siempre quisiste ser médico. Pero en la vida no todas las cosas salen así como queremos nosotros.
-Pues ya me acostumbré a la idea de que nunca seré médico.
-No estés triste, mañana iremos a ver a esos médicos y así te distraerás un poco.
Al día siguiente, los médicos llegaron. Eran tres médicos, muy competentes y muy conocidos en Madrid. Uno de ellos era pediatra.
-Buenos días, soy Teresa, la hija del presidente municipal del pueblo, y ella es mi amiga Paloma. Venimos a darles la bienvenida y a ayudarles.
-Buenos días, mi nombre es Arturo y soy médico pediatra. Ellos son mis compañeros: Alejandro y Sebastián.
-Estamos encantados.
Arturo era un hombre muy tímido, se sentía muy avergonzado cada vez que conocía a alguien, creía que él era un discapacitado que puede provocar solo lástima y que todos piensan lo peor de él. Después de un accidente ya no pudo ser el mismo de antes, aunque habían pasado 5 años desde entonces. No se pudo acostumbrar a la idea de que perdió la pierna derecha. A veces quería morirse, pensaba que era mejor estar muerto que llevar una pierna de palo. Pero tenía un sueño, quería ayudar a todos los niños y enseñarles a cuidarse para que no les pasara nada malo. No quería que nadie sufriera como sufría él. Esto era la única razón que lo mantenía con ilusión por vivir.
-Pues, nos gustaría conocer mejor el pueblo y avisar a toda la gente  que venga a revisión, dijo Sebastián.
-Podemos dar un paseo por todo el pueblo, si están de acuerdo. Contestó Paloma.
- Me parece una buena idea, continuó Alejandro. ¿Qué dices Arturo, quieres acompañarnos?
-Pues yo no puedo caminar tanto, id vosotros.
-¿Por qué no puedes venir con nosotros? ¿Te sientes mal?, preguntó Teresa.
-Lo que pasa es que llevo una pierna de palo y no puedo caminar mucho, dijo muy avergonzado Arturo.
-Te podemos ayudar, te vendrá bien tomar un poco de aire fresco. No puedes estar encerrado toda la vida.
- Está bien Teresa, tienes razón.
Al salir Teresa lo ayudó a levantarse tomándolo de la mano y estuvieron por unos minutos así, muy cerca el uno del otro.
Caminaron hacia las calles animadas. Ella había recuperado su carácter cercano y él había dejado a un lado su timidez y su pierna de palo. Porque se había olvidado, por primera vez, en aquellos minutos, de que lleva  una pierna de  palo.
Ya había pasado una semana. Teresa había estado cada día en el dispensario, acompañando a los médicos y ayudándolos. Le gustaban muchísimo los niños y por  eso le gustaría estar cerca de Arturo. También sentía que él estaba muy triste, que sufría mucho por algo, y pensaba ella, seguramente por culpa de la pierna. Quería hacerlo sentirse bien, pensaba que Arturo necesitaba darse cuenta de que él es un hombre normal y además muy inteligente, muy bueno y muy guapo. Tenía una muy buena opinión sobre él, lo apreciaba pero, a la vez, le gustaba mucho. Nunca había encontrado una persona tan diferente, tan especial, tan buena. A veces se decía a ella misma que le gustaría que Arturo se quedara aquí para siempre; a ella no le importaba que él tuviera una pierna de  palo, solo quería estar a su lado siempre. Y así, Teresa, sin querer se enamoró cada día un poco más de Arturo. Siempre pensaba en él, y esperaba con mucha impaciencia el próximo día, para poder verlo.
Pero Arturo no pensaba de la misma manera. A él también le gustaba mucho Teresa, y pensaba que si hubiera sido un hombre normal habría intentado conquistarla, pero en su situación, no pensaba en el amor, sabía que era incapaz de hacer a alguien feliz, y mucho menos a ella que era una joven tan distinguida y tan especial.
-Pues creo que ya terminamos nuestro trabajo aquí. Ya ha pasado un mes y tenemos que regresar, dijo Sebastián.
-Pues creo que tienes razón, ya hemos pasado consulta a toda la gente y les hemos ayudado a que estén más sanos de ahora en adelante, continuo Alejandro.
-Yo no me quiero regresar todavía, en la ciudad hay muchos médicos pediatras, pero aquí a los niños les falta tanto la ayuda de un médico. Por lastima, la mayoría de ellos llevan una vida muy difícil y si siguen así se enfermarán. Además algunos están muy enfermos, tengo que mantenerlos bajo observación.
-Pues entonces quédate tú, nosotros regresamos a Madrid.
Ya era de noche. Teresa paseaba muy triste, casi  llorando por una calle que estaba cerca del dispensario. Se había enterado de que los médicos se irían por la mañana y no se hacía a la idea de que ya no vería a Arturo nunca más. No había un alma en toda la calle, hasta que apareció un mendigo. Venía por la misma acera, encorvado y sombrío, sujetándose la boina a la cabeza con la mano. Detrás de él, Teresa vio a Arturo. Entonces Teresa estalló en lágrimas al pensar que esta era la última vez que vería a Arturo.
-¿Qué tienes Teresa? ¿Por qué lloras?
-Pues he oído que mañana os vais. Ya no te volveré a ver nunca y no quiero esto.
-Yo no me voy, solo se irán Alejandro y Sebastián.
-En serio, me alegro mucho. No quiero estar lejos de ti, no quiero que te vayas nunca, no puedo vivir sin ti, Arturo. Estoy enamorada de ti.
-Teresa, pero tú no puedes estar  enamorada de alguien como yo. Llevo una pierna de palo, no soy un hombre normal, no puedo hacer tantas cosas, no te puedo hacer feliz, créeme que mereces algo mucho mejor que yo.
-Arturo yo soy feliz solo con verte, no me importa que tengas una pierna de palo, eres un hombre maravilloso y bueno. ¡Me alegro tanto de haberte conocido!
-Dices esto ahora, pero después te darás cuenta de que no puedes ser feliz con un hombre como yo.
-Tú eres un hombre normal y creo que puedes hacer feliz a cualquier mujer.
-Llevo una pierna de palo, ¿no te das cuenta?
-Si me doy cuenta, entiende que esto a mí no me importa, quiero estar contigo y hacerte muy feliz. Te puedes quedar para siempre en el pueblo. Mi padre es el presidente municipal y te dará una casa aquí.
-Si se enterara de que ando contigo me va a correr. ¿Qué dirían tus padres si se enteraran de que estas enamorada de un hombre como yo?
-No me importa lo que digan ellos, si tú tienes los mismos sentimientos que yo, me voy a enfrentar a ellos. Pero ellos me aman muchísimo y si se dan cuenta de que yo soy feliz a tu lado aceptarán.
-Teresa, yo también estoy enamorado de ti pero me da miedo, no quiero sufrir otra decepción y tampoco quiero hacerte sufrir a ti.
Teresa ya no dijo nada. Solo lo beso, fue un beso muy apasionado y en ese momento los dos se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Desde entonces estuvieron juntos. Se amaban muchísimo y pensaban que su amor duraría toda la vida.
Pero un día, algo pasó. Arturo se fue para siempre del pueblo sin avisar a nadie. Teresa no sabía qué pensar, ¿por qué se fue sin ella? Estaba destrozada.
-Ya no llores por ese discapacitado, ya se fue, dijo la madre de Teresa
-¿Qué sabes tú de Arturo?
-Sé todo. Tu padre y yo nos enteramos de vuestra relación. Hablamos con él y le dijimos que te olvide, que tú  no lo quieres y que andas con él solo por lástima. Fue lo mejor para los dos, hija, tú te mereces a alguien de nuestro nivel, un hombre de buena familia, un hombre normal.
Al oír esto, Teresa se echó a llorar. Sufría tanto por haber perdido el amor de Arturo porque él pensara lo peor de ella. Había creído en una mentira que los separaría para siempre.

Después de varios días de estar encerrada en casa, de no parar de llorar, Teresa se dio cuenta de que su vida no valía nada sin Arturo. Le dolía tanto pensar que él sufría por creerse un discapacitado que solo puede provocar lástima. Una mañana su madre la encontró muerta en su habitación, se había cortado las venas. Dejó solo una carta en la que decía: “Mi vida sin Arturo no tiene ningún sentido. Espero que lo voy a encontrar allá, en el cielo. No puedo vivir sin él. A vosotros no os voy a perdonar nunca por haberme separado del único hombre que me hizo feliz. Adiós, Teresa.”

UN AMOR OLVIDADO

                                                                                                                                 
El verano pasado me gradué en el Colegio y tuve que hacer un examen para poder obtener un lugar en la Universidad de Derecho. Todo pasó muy rápido y me di cuenta de que mi infancia había acabado. Era ahora estudiante en la Universidad. El verano pasó muy rápido y con la llegada del otoño empezó el año escolar. El primer día fue inolvidable, yo estaba muy nerviosa porque no conocía a nadie. En el mismo día conocí a algunos de mis compañeros. Todos parecían amistosos pero un chico llamado Lou Cestare me llamó la atención. Parecía una muy buena persona. No parecía que fuera solitario pero en verdad lo era y esto lo pude comprobar poco a poco con el tiempo. Cada vez que necesitaba algo o tenía algún problema él se ofrecía a ayudarme, o cuando estaba enojada él me hacía reír. En su tono de voz notaba afecto y emoción. Por esta razón, Lou Cestare tenía reservado con perpetuidad un trocito de afecto en mi corazón. Era joven y agresivo, un chico italiano del norte, con ojos azules. Y puedo decir que era muy atractivo. A la mayoría de mis compañeras le gustaba y a mí también, pero no sabía si yo le gustaba a él. Por esto, un día estuve pensando sobre este asunto. Tenía que hacer algo para averiguar si yo le gustaba a él o no. Y se me ocurrió una idea: al día siguiente le invite a pasear por el parque para distraernos un poco juntos. El aceptó mi invitación encantado. Después de mucho rato él me comentó que debíamos sentarnos un momento para hablar de distintos temas y conocernos mejor. Entonces llegó el momento que yo tanto esperaba. Así que me acerqué y lo besé. El beso fue cálido y largo. Yo le mostré toda la pasión de la que disponía, pero lo que no sabía entonces era que mi peor error era enamorarme de Lou Cestare. Él me respondió con otro beso y me dijo que me amaba. Esto era lo único que yo quería escuchar y no me di cuenta de lo que me esperaba. Durante un tiempo estuve muy enamorada de él porque me hacía feliz. Me llamaba todas las mañanas y todas las noches para decirme "Buenos días " o "Buenas noches". Me traía flores, salíamos a pasear o a bailar a las discotecas. Todo era muy bonito hasta que descubrí que él estaba casado en Italia. Su novía se había quedado embarazada y sus padres lo obligaron a casarse con ella. Para escapara de esta situación él decidió venir a España con una beca de estudios. Cuando me enteré me disgusté y decepcioné mucho. Mis sueños se hicieron añicos. Aunque él me decía que me amaba y que no quería hacerme, pero ya me lo había hecho. Así que decidí romper con él, alejarme y olvidarlo. Al final, lo logré. No volví a hablar más de él. Es extraño pero recuerdo esto ahora que el tiempo empieza a agotarse. Cuando el miedo atraviesa mis ojos y la lluvia amarilla va borrando de ellos la memoria de la luz de los ojos queridos. Reconozco que nunca he podido olvidarlo por completo porque formó parte de mi vida. Pero a pesar de todo, ahora este es un capítulo cerrado.
El verano pasado me gradué en el Colegio y tuve que hacer un examen para poder obtener un lugar en la Universidad de Derecho. Todo pasó muy rápido y me di cuenta de que mi infancia había acabado. Era ahora estudiante en la Universidad. El verano pasó muy rápido y con la llegada del otoño empezó el año escolar. El primer día fue inolvidable, yo estaba muy nerviosa porque no conocía a nadie. En el mismo día conocí a algunos de mis compañeros. Todos parecían amistosos pero un chico llamado Lou Cestare me llamó la atención. Parecía una muy buena persona. No parecía que fuera solitario pero en verdad lo era y esto lo pude comprobar poco a poco con el tiempo. Cada vez que necesitaba algo o tenía algún problema él se ofrecía a ayudarme, o cuando estaba enojada él me hacía reír. En su tono de voz notaba afecto y emoción. Por esta razón, Lou Cestare tenía reservado con perpetuidad un trocito de afecto en mi corazón. Era joven y agresivo, un chico italiano del norte, con ojos azules. Y puedo decir que era muy atractivo. A la mayoría de mis compañeras le gustaba y a mí también, pero no sabía si yo le gustaba a él. Por esto, un día estuve pensando sobre este asunto. Tenía que hacer algo para averiguar si yo le gustaba a él o no. Y se me ocurrió una idea: al día siguiente le invite a pasear por el parque para distraernos un poco juntos. El aceptó mi invitación encantado. Después de mucho rato él me comentó que debíamos sentarnos un momento para hablar de distintos temas y conocernos mejor. Entonces llegó el momento que yo tanto esperaba. Así que me acerqué y lo besé. El beso fue cálido y largo. Yo le mostré toda la pasión de la que disponía, pero lo que no sabía entonces era que mi peor error era enamorarme de Lou Cestare. Él me respondió con otro beso y me dijo que me amaba. Esto era lo único que yo quería escuchar y no me di cuenta de lo que me esperaba. Durante un tiempo estuve muy enamorada de él porque me hacía feliz. Me llamaba todas las mañanas y todas las noches para decirme "Buenos días " o "Buenas noches". Me traía flores, salíamos a pasear o a bailar a las discotecas. Todo era muy bonito hasta que descubrí que él estaba casado en Italia. Su novía se había quedado embarazada y sus padres lo obligaron a casarse con ella. Para escapara de esta situación él decidió venir a España con una beca de estudios. Cuando me enteré me disgusté y decepcioné mucho. Mis sueños se hicieron añicos. Aunque él me decía que me amaba y que no quería hacerme, pero ya me lo había hecho. Así que decidí romper con él, alejarme y olvidarlo. Al final, lo logré. No volví a hablar más de él. Es extraño pero recuerdo esto ahora que el tiempo empieza a agotarse. Cuando el miedo atraviesa mis ojos y la lluvia amarilla va borrando de ellos la memoria de la luz de los ojos queridos. Reconozco que nunca he podido olvidarlo por completo porque formó parte de mi vida. Pero a pesar de todo, ahora este es un capítulo cerrado.